Internet es una red de redes compuesta de 3 capas (la infraestructura física, la infraestructura de estándares y servicios técnicos, y la de contenidos). Las tres componen lo que llamamos Internet. En este caso lo que comprobamos es que para que el contenido de la página de Karisma llegara a los dispositivos de los usuarios de Claro, se había comprometido especialmente la segunda capa.
La primera capa es la de “infraestructura física” de Internet: cables, dispositivos, satélites, etcétera. Es como el sistema vial de calles y carreteras que conecta las diferentes casas y edificios en barrios, pueblos, ciudades y países en el mundo. La segunda capa, la de “estándares y servicios técnicos”, es la que articula la primera para que funcione la red. Allí están las reglas que permiten el uso público de la infraestructura para todas las personas en cualquier parte del mundo.
Hablemos entonces de la segunda capa. El estándar de Internet que permite esa conexión es el protocolo TCP/IP. Toda información en Internet viaja en paquetes que luego son unificados en el destino. Un SMS no viaja en un solo paquete sino en varios. Imaginen que una profesora le pide a sus alumnos (paquetes, en nuestro símil) que después del recreo se reencuentren en el gimnasio. La profesora, que es quien dice cómo se dividen, cómo se reencuentran y a dónde van, sería el TCP. Por su parte, el protocolo de Internet, o como se conoce en inglés, Internet Protocol (IP), es la dirección de reencuentro, la que le ha entregado a cada alumno para reunirlos en el destino. La IP es entonces “el gimnasio” que se identifica con una convención que permite a cualquiera encontrarlo en su ubicación física, es decir, su dirección, la calle xx número yy-zz. La IP no es una ubicación física pero es la que permite a los paquetes llegar a su destino.
Para volver al caso de Karisma, el proveedor que nos da el servicio de alojamiento en Europa asignó una IP (que antes fue entregada por la autoridad que administra esta infraestructura en Europa, RIPE) o dirección para nuestra página alojada ahora en el país europeo. Todo debía ser tan sencillo como decirle a la gente “tenemos una nueva página, visite www.karisma.org.co”. El TCP al que accede cada usuario cuando lo intenta se hace cargo del resto, identifica la nueva IP y da las órdenes a la información para llegar allí. Eso funcionó con todos menos con algunos usuarios de Claro en Bogotá.
Para seguir, debemos establecer que Claro es un intermediario de acceso a Internet (como ETB o Movistar), que gestiona en concesión para algunos usuarios colombianos la infraestructura de Internet (las calles y carreras de nuestra ciudad) a cambio de un pago que esos usuarios hacen (una especie de peaje). Como intermediario está obligado a tener una mínima intervención para mantener la infraestructura libre y abierta de Internet. Está obligado a ser neutral. El caso es que los paquetes de información de algunos usuarios de Claro que querían visitar esta nueva página se perdían, no encontraban su destino (la página de Karisma), porque llegaban a un callejón cerrado. Resulta que la dirección IP asignada en la Internet pública se encuentra para algunos usuarios de Claro ocupada “para aprovisionamiento de nuestros cables modem”, según manifestó el servicio técnico de Claro.
¿Cómo puede estar ocupado si es un estándar y hay un acuerdo mundial para distribuir las direcciones de modo que no haya direcciones repetidas? ¿Cómo puede tenerla Claro si la asignó la autoridad europea al proveedor de alojamiento que contrató Karisma?
Para responder a estas preguntas volvamos a la analogía de la ciudad y pensemos en la planeación de su infraestructura vial. Hay un documento de planeación que diseña la ciudad a futuro y establece dónde se harán los desarrollos industriales, los centros comerciales, los hospitales, por dónde irán nuevos puentes o calles, dónde estarán los parques, y muestra las áreas reservadas para esos desarrollos. Todo constructor, comprador o político consulta este documento para saber si donde quiere poner la discoteca no es un barrio residencial o que el centro comercial que montará está en un polo de desarrollo. Bien, eso también sucede en Internet. Hay entes que diseñan y planean la infraestructura. Ellos asignan rangos de IP para diferentes usos actuales y futuros. En ese esquema se estableció hace mucho, como dice Claro en su respuesta, que las 10 x.x.x. son privadas (sirven para que los proveedores como Claro asignen IPs a sus redes privadas como el que usa el modem que tiene en su casa), pero las 5.x.x.x. -que como dice Claro: “en principio fue usado como privado es desde hace un tiempo público”- realmente nunca fue privado, siempre ha sido público, solo estaba “reservado”. Es decir, desde hace años se guardó para ser utilizado frente a la inminente escasez de las direcciones IPv4 y desde 2010 (hace 5 años) se liberó para ser asignada por la autoridad de registro europea. Es decir, el rango de IP 5.x.x.x. es como el espacio o terrenos que la autoridad de nuestra ciudad planeó reservar para desarrollar allí avenidas que servirán para descongestionarla a medida que crece. No son terrenos privados; eran terrenos reservados que han empezado a ser usados para el propósito que fueron reservados. La IANA que es la autoridad encargada de regular las IP a nivel mundial (rige sobre RIPE y LACNIC) publica boletines periódicos donde da cuenta de los cambios y las nuevas asignaciones IP, son boletines públicos y de alta circulación en espacios técnicos.
Estamos de acuerdo entonces en que no es un espacio destinado para uso privado. Estaba reservado y hace cinco años fue asignado para el uso de todas las personas y, que no estuviera ocupado, no justifica una apropiación por parte de particulares. Apropiarse de este espacio es invadirlo. Karisma obtuvo una dirección en un segmento de IP que alguna vez estuvo reservado. Hoy día, de acuerdo con los arreglos internacionales, ese espacio es público (otro día podemos discutir sobre el problema del IPv4, que ha obligado a hacer una transición hacia IPv6 y lo que eso significa)
En resumen, algunos usuarios de Claro no llegaban a la página de Karisma, porque en la red que administra esta empresa el segmento al que corresponde la IP asignada a Karisma está ocupado por esa misma empresa para su red privada. Cuando los usuarios intentaban acceder a la página se encontraban con una pared. Situaciones similares están reportadas por usuarios desde hace tiempo. Sin embargo, casi cinco años después, la empresa aún no desocupa esos segmentos.
La solución de Claro
La solución de Claro fue “enmascarar” la IP de Karisma para que los dos destinos con la misma dirección no entren en conflicto en los usuarios afectados. Esta solución, por efectiva que sea temporalmente, es supremamente preocupante. La arquitectura de Internet está pensada para que cualquiera se conecte a la red y pueda informar e informarse. Se sabe que los intermediarios tienen poder sobre esa infraestructura y su arquitectura, por eso se exige que su labor se haga en un marco de neutralidad, entendida como “el derecho de los usuarios de Internet para ir donde quieran, cuando quieran y el derecho de los innovadores a introducir nuevos productos sin pedir permiso a nadie”.
Entonces, algunos usuarios de Claro sabían que la página de Karisma existía en el mapa, tenían su dirección pero aún así no llegaban. Es como si la página de Karisma fuera un barrio de nuestra ciudad -digamos el barrio Chapinero-, está en el mapa, se puede googlear, se pueden ver fotos y sabemos que hay restaurantes. Pero cuando intentamos ir nos dirige a otro lugar que ni siquiera está en Bogotá.
Cuando Claro analizó el problema reconoció su responsabilidad y enmascaró la IP de Karisma. La solución fue filtrar el contenido de sus usuarios para identificar el tráfico que se dirige hacia ese sitio y “etiquetarlo”, disfrazarlo con otra IP que le permite guiarlo por un lado del muro y encontrar la página. Recordemos que para usar la infraestructura vial de nuestra ciudad tenemos un peaje que cobra el intermediario de acceso. En Internet, ese peaje no se cobra en la mitad del recorrido sino al salir de casa. Por eso, el Intermediario puede conocer muchos detalles de nuestra navegación cotidiana. Esto no significa que lo haga, pues, precisamente, se le obliga a no monitorear (recordemos el principio de neutralidad). Debe solo cobrar y facilitar la comunicación, nada más. Sin embargo, el problema que genera su ocupación no se queda en que desapareció “Chapinero” para algunos de sus usuarios, sino que para hacer que el barrio sea visible para ellos, además, debe generar un sistema de monitoreo, identificar quiénes en su red quieren ir a la dirección ocupada y desviarlos hasta allí. Su solución es buscar, encontrar y disfrazar los paquetes de sus usuarios en Bogotá que van para esa dirección, de modo que puedan guiarlos por el callejón que construyó evadiendo su ocupación hacia el verdadero destino. Esto, a todas luces, va en contra del principio de neutralidad. Nada más lejano de un Internet libre e igualitario para todas las personas, ¿verdad?
Además, queda la duda de ¿cuántas páginas están bloqueadas para los usuarios de Claro?, El potencial es de 16.777.214 millones de IP que, además, se asocian a miles de millones de sitios o dominios alojados en servidores europeos. Piensen simplemente que, por ejemplo, la IP de Karisma aloja decenas de páginas web. A diferencia de lo que ocurre en la Internet pública y abierta, en la red de Claro las páginas que están en el rango 5.x.x.x. y no le han sido reportadas siguen llegando a ese callejón y cuando eso sucede lo usual es que dudes de tener la dirección correcta y, si no conoces toda esta historia, te olvidas del tema y lo dejas así.
Como lo afirma en su respuesta, Claro no hace esto con el fin de bloquear contenido. Podemos asumir por su respuesta que lo que busca es optimizar comercialmente recursos públicos que creía disponibles y subutilizados. Sin embargo, aunque el resultado no sea un bloqueo intencional de contenido (censura), eso no hace que esté bien y, al final, si además tiene el efecto práctico de bloquear cientos, miles, o millones de páginas para algunos usuarios y terminan monitoreando a sus usuarios, hay un problema de neutralidad.
En resumen, el caso nos pone a pensar en el poder que tienen los intermediarios si no hacemos exigible la neutralidad de la red. Resulta que pueden aislar contenido y, si quisieran, con los mismos recursos podrían sustituirlo o incluso reemplazarlo. Es lo que hacen en Rusia o China, ¿no?