Llegamos a esa época del año de hacer balances de lo sucedido y de proyectar lo que esperamos que suceda. En buena medida se trata de pensar con el deseo, que es una buena forma de ver lo que pasa e imaginar futuros posibles. Esto es especialmente interesante en la etapa del comienzo de un gobierno, cuando lo que tenemos son básicamente expectativas. Acá vamos.
Cada año expreso el deseo de que el Estado tenga procesos de participación reales en sus tareas regulatorias -mecanismos que se diseñen con ese propósito, con plazos decentes y donde los comentarios realmente se consideren y haya retroalimentación como mínimo-. El nuevo gobierno se planteó un compromiso de proceso participativo para construir el Plan Nacional de Planeación que es muy ambicioso. Los plazos han sido cortos pero será en 2023 que veremos cómo sale eso y haremos el balance correspondiente. Este proceso marcará el ritmo de lo que se pueda esperar del nuevo gobierno.
En 2023, en Colombia, se generalizará hablar sobre seguridad digital, pero desafortunadamente esto sucederá porque los niveles de vulnerabilidad que tenemos en ese tema en el país son tan altos que la combinación de incremento de ataques con una mayor dependencia de sistemas informáticos, supondrá más desastres con la filtración de datos sensibles y la paralización de infraestructuras críticas (y no críticas) por cuenta del ransomware (extorsión digital).
Los ataques exitosos en 2022 contra el Invima, Keralty y EPM que afectan el ejercicio de derechos de millones de habitantes en el país, es apenas el abrebocas. Estos incidentes han mostrado una estructura de respuesta a incidentes de ciberseguridad nacional aún muy débil pero, sobre todo, una cultura del secreto difícil de combatir si no se crean e implementan mecanismos claros para el manejo de estos incidentes.
Que este sea un flanco muy débil no me sorprende. De una parte el Ministerio TIC no solo parece ser descuidado con los temas que no sean conectividad -hace muy poco finalmente nombró a la viceministra de transformación digital que es la cabeza visible del tema- sino que las autoridades de protección de datos que deberían involucrarse tampoco han hecho nada.
Siendo justos, la Procuraduría General de la Nación -que es la autoridad de protección de datos del sector público- no ha asumido este rol en serio durante la década que lleva vigente la ley de protección de datos, pero que a estas alturas no se haya nombrado a quien dirigirá la Superintendencia de Industria y Comercio que da los lineamientos generales en la materia y es la autoridad del sector privado, tampoco permite cambiar de rumbo. El desafío del gobierno Petro en 2023 es mayúsculo en este tema.
En mi carta al Niño Dios, le insistiría para que en esta época pueda llegar a los y las funcionarias públicas para hablar del pecado de la gula digital. En materia de seguridad digital es grave el apetito de los gobiernos por recoger datos y usarlos como la respuesta para cualquier problema. Una forma de evitar filtraciones complicadas es no recoger datos sensibles.
El 2023 habrá nuevamente elecciones y la tecnología volverá a ser protagonista. Parece que el desastre vivido en 2022 con los ensayos de registro de cédulas por internet obligaron a la Registraduría a renunciar a seguir con esa ruta el otro año, lo digo porque hasta ahora no aparece en los contratos que se van preparando para ese componente de las elecciones. Querido niño Dios, te pedimos que este 31 de diciembre no suceda como en 2022 que la Registraduría nos tenía preparadas sorpresas de año viejo.
Para el 2023 Karisma, con el apoyo de ONU Mujeres y docentes de la Universidad del Rosario, publicará un informe sobre lo sucedido con las mujeres candidatas en materia de violencia de género, veremos cómo la misoginia y el machismo se manifestaron en las elecciones de Congreso de 2022 y si podemos sacar lecciones para evitar que en 2023 estas formas de violencia nos priven como sociedad de las voces de las mujeres en la región.
En mi lista de pedidos al Niño Dios para el 2023 está que se amplíe el debate público en materia de regulación de plataformas. Esta es una tendencia clara, hay una preocupación social por regular a las plataformas que tiene sentido debido al poder que han concentrado a muchos niveles y al impacto que tienen en la democracia. Ante la inminente regulación hay necesidad de analizar opciones, establecer qué es lo que necesitamos regular, cuáles son los nuevos acuerdos sociales que debemos alcanzar para que las medidas sean proporcionales, pues nos guste o no, las plataformas privadas median la expresión humana en el entorno digital en el entorno digital y también se afecta la democracia si afectamos la capacidad de las personas de expresarse y de encontrar información.
El gobierno de Duque alcanzó el 70% de conectividad, pero las asimetrías ciudad-campo y entre las personas de diferentes condiciones y antecedentes obliga al nuevo gobierno a replantear la cancha de juego. Espero que el Niño Dios le de a este nuevo gobierno una verdadera capacidad de cambio en este frente, no será por falta de voluntad pues se nota que esta es su prioridad.
Por tanto, de este nuevo gobierno esperamos una lectura más amplia de los indicadores de conectividad que nos permita establecer que aumenta la penetración de banda ancha, que mejoran los datos para la ruralidad y, que disminuyen las diferencias con las ciudades. Esperamos datos que muestren que se cierra la brecha digital no solo por rangos etarios sino por género, diversidad sexual, etnia, capacidades diversas y capacidad económica.
Fortalecer la ciencia abierta y especialmente, la apertura a aceptar que hay diferentes formas de hacer ciencia, como una aspiración del gobierno Petro es uno de los elementos de su programa que más me entusiasma y que espero que se concrete en su hoja de ruta. Le pido al Niño Dios que se abran mecanismos de financiación para que se institucionalicen iniciativas de ciencia abierta que incorporen actores y sitios inusuales que con su capacidad de dar respuesta a problemas de nuestra sociedad contribuyan a su desarrollo.
Más allá de pedir estos deseos con inocencia infantil, una vez más reconozco que en realidad lo que espero es que las personas de carne y hueso que en el Estado toman decisiones para definir el rumbo de un país, que dirigen las empresas que dan forma a su economía y quienes trabajamos desde la sociedad civil para alertar, controlar y ofrecer alternativas, encontremos formas de hacer el camino en compañía, desde nuestras diversidades.
Feliz Navidad y que el 2023 nos traiga paz y tranquilidad.
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