Por: Carolina Botero
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Varias veces frente a algún inconveniente con mi computador alguien con conocimiento técnico decía las palabras “ese es un error de capa ocho” para proceder a hacer un pase mágico o dar una instrucción sencilla y hacer que el problema usualmente desapareciera. Por un tiempo creí que esas palabras escondían un importante conocimiento técnico hasta que mi amiga Pilar Sáenz, en medio de sonrisas, me corrigió: “se están burlando”. Hoy seré autorreferencial para celebrar 20 años de la Fundación Karisma y reivindicar a la capa ocho.
El modelo Osi define siete capas por las que deben pasar los datos para viajar de un dispositivo a otro en internet y sirve, entre otras cosas, para diagnosticar dónde está el error cuando hay un fallo en la red. Resulta que popularmente la capa ocho es la capa de usuario. ¿A quién no le ha pasado que se desespera porque su computador no prende para descubrir –después del despeluque– que ni tiene batería, ni está conectado? Ese es el típico error de capa ocho. No es un error del sistema (como el clásico error 404), es humano. Más allá del sarcasmo, la moraleja es que lo cierto es que detrás, al frente y al lado de la tecnología hay seres humanos, personas que siempre deben estar en el centro de la problemática y de la solución. Sin ellas la tecnología no existe, ni tiene sentido. Como eterna usuaria de tecnología y poco conocedora de su interior, reivindico a la capa ocho.
Karisma está cumpliendo 20 años y a través de su historia pasan dos décadas de derechos digitales en Colombia. La Fundación Karisma, donde trabajo, ha sido testigo de excepción de cómo la tecnología penetra nuestra cotidianidad. Durante la primera década se enfocó en explorar formas de aprovecharla en el sector educativo, donde no había apoyo especializado para enfrentar la transformación digital y se transformó en la última década para disputar desde la regulación –la política pública– el rol de la tecnología, con el propósito de que sirva a la justicia social y lo haga con enfoque de derechos humanos.
En estos años han pasado muchas cosas. Karisma acompañó a muchas personas unidas a través de RedPaTodos en la primera campaña de incidencia digital para frenar una ley, la #LeyLleras. Caminó junto a un estudiante de biología en su proceso penal por compartir información científica sin ánimo de lucro. Recibió el premio a la libertad de expresión del ‘Index on Censorship’ por activismo digital por ese acompañamiento y por la campaña de “Alerta Machitrol” –que denuncia, muestra y enfrenta la misoginia en línea–. Impulsó y consiguió reformas para que tengamos más excepciones y limitaciones al derecho de autor. Apoyó la definición de la política de acceso abierto a las publicaciones científicas; desarrolló conocimiento sobre cómo es la vigilancia a las comunicaciones del Estado en el siglo veintiuno; trabajó para tener capacidad para analizar la seguridad digital de organizaciones de sociedad civil y personas vulnerables, de la tecnología que se usa en elecciones y de los sitios y aplicaciones del Estado en donde se usan grandes cantidades de datos personales; buscó desmilitarizar la política nacional de ciberseguridad; trabajó con otras organizaciones y con comunidades de la ruralidad colombiana –especialmente población campesina e indígena– para que se use tecnología digital a pesar de sus limitaciones. Analizó los retos de usar aplicaciones para el manejo de la pandemia por Covid 19 –como Coronapp– o del derecho a la protesta social de 2021 –como el uso del ciberpatrullaje para vigilar y estigmatizar a quienes protestaban–. Estudia la violencia en línea contra mujeres periodistas y políticas, analiza la forma como evoluciona la identidad en lo digital y los riesgos que suponen las decisiones algorítmicas a la hora de definir quién accede a auxilios del Estado o cómo afecta la vida de quienes trabajan en plataformas digitales. Y así podría seguir.
Sabiendo lo que pasó, resulta fácil ver los desafíos de cada una de estas acciones y sin embargo anticiparse y afectar desde el rol ciudadano las políticas en esos contextos es una tarea de futurología que se parece mucho a la ciencia ficción. Por eso, cuando el equipo humano de Karisma pensó en celebrar veinte años y se lo planteó especulando sobre los próximos veinte, la conclusión fue evidente: había que hacer ciencia ficción.
Con el apoyo del escritor Rodrigo Bastidas el equipo humano detrás de Karisma se lanzó al agua y escribieron cinco cuentos con sus respectivas preocupaciones. En 234.000 palabras, la libertad de expresión –característica del corazón del ser humano– se pone a prueba cuando se limita el número de palabras que las personas pueden usar. En Intersinestesia se plantea que mientras más se tecnifica y complejiza la cotidianidad, más importa la vida simple de la naturaleza, ¿podrá el micelio –que no vemos– conectar realidades para un futuro más humano? En Hermeses, Hermes el papá de Betty la Fea, busca la solución para el grave problema de participación ciudadana viajando en el tiempo. En Disolución las aplicaciones, la medición de todas nuestras actividades cotidianas, los datos que generamos harán cuestionarse a Adriana si su paranoica está justificada. En Artificial-mente se preguntarán si es posible la resistencia creativa en las calles de una Bogotá en la que la inteligencia artificial es la responsable de la creatividad.
Como no podía ser de otra manera, esta colección se titula Kappa Ocho, nos preguntamos ¿Se puede resignificar y llenar de contenido a la capa de usuario para recordar nuestra agencia y animarnos a tomar control de la tecnología digital? ¡Disfrútenlo!
Finalmente, no dejen de conocer el trabajo de tantos años de Karisma y pueden hacerlo visitando el otro proyecto de esta celebración que se llama BiblioK, la biblioteca digital donde se documenta ese trabajo y se ve lo que hacemos. ¡Feliz Cumpleaños!
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