Por Carolina Botero
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El virus ha puesto en evidencia la enorme desigualdad en el acceso a la tecnología: veinte millones de ciudadanos no tienen internet y el 75 por ciento de los municipios no podrá tener clases virtuales. Pero tenemos algunas soluciones.
Los retos de la educación virtual
Una forma evidente de prevenir y contener el contagio del COVID-19 es evitar que niños, niñas y jóvenes vayan a guarderías, colegios y universidades.
Pero en Colombia esta medida supone varios desafíos que se han vuelto apremiantes tras la llegada del virus. Uno de ellos –quizás el principal– es que veinte millones de personas no tienen conexión a internet, y muchos de los que sí la tienen, acceden únicamente a través de celulares. Esto ocurre, sobre todo, en las zonas rurales.
Para que la educación virtual sea un éxito se necesitan los equipos en el centro educativo y en la casa de los estudiantes. Así mismo es necesario que educadores y estudiantes aprendan las metodologías y habilidades para el aprendizaje por fuera del aula.
Un esfuerzo indispensable
Aunque suene utópico, debemos trabajar para que todas las personas tengamos conexión a internet durante todo el tiempo y podamos navegar sin restricciones. Conformarnos con menos no debería ser una opción.
La conexión a internet es fundamental, sobre todo porque solo así es posible garantizar derechos básicos como el acceso a la educación en situaciones como la que estamos viviendo.
Recientemente la Corte Constitucional señaló que aunque el Estado no está obligado a pagar la conectividad a cualquier precio, sí debe poner en marcha un plan que aumente el cubrimiento y debe promover el uso de la tecnología en el sistema educativo. Además, indicó que -mientras la conectividad llega a todas partes-, el Estado debe ofrecer alternativas para garantizar la alfabetización digital.
Veinte millones de personas no tienen conexión a internet, y muchos de los que sí la tienen, acceden únicamente a través de celulares.
Un punto importante del debate es que la realidad presenta muchas zonas grises y no puede reducirse a la dicotomía de ‘hay conectividad’ o ‘no hay conectividad’. Generalmente, las políticas son diseñadas por centros de poder urbanos que ignoran estos matices y caen en generalizaciones simplistas.
Por ejemplo, en Karisma sostuvimos que las ventajas para promover la conectividad rural no deberían estar en manos solo de las grandes operadoras de telecomunicaciones, la Ley TIC debía promover soluciones locales, como las redes comunitarias para que las comunidades resolvieran sus necesidades usando sus propias capacidades. Así mismo, criticamos el proyecto de ley que prohibía el uso de celulares en las escuelas, señalando la necesidad de incorporar la tecnología en los procesos educativos que tienen lugar en las zonas rurales.
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Red Kimera: una iniciativa para aprender
En Karisma, la fundación donde trabajo, estamos buscando cómo llevar mecanismos de educación virtual a instituciones rurales donde la conectividad es muy limitada o no existe. Se trata de nivelar las condiciones para cerrar la brecha de la desigualdad.
En el resto de este artículo compartiré algunas lecciones que pueden acelerar este proceso en el futuro cercano.
Una de las iniciativas que estamos adelantando es “la Red Local Inalámbrica Kimera” que busca cubrir necesidades de conectividad local, especialmente en centros educativos rurales. Esta solución se basa en tres premisas: que sea fácil de usar para personas sin habilidades técnicas, que permita la apropiación de la herramienta por parte de la comunidad, y que funcione con los equipos disponibles en los centros educativos a los que tiene acceso la comunidad.
La red inalámbrica se aloja en el computador de alguno de los o las educadoras o del centro educativo, opera con Windows –el sistema más usado en Colombia en el sector educativo– y utiliza soluciones que son de software libre, es decir, que no cobran licencias, tienen actualizaciones disponibles y permiten hacer adaptaciones y ajustes.
La red permite acceder a todos los contenidos y servicios desde cualquier dispositivo con tecnología inalámbrica (celulares, tabletas o computadores) y funciona en lugares que presentan grandes limitaciones para acceder a internet. Así, permite que las y los estudiantes usen las tabletas que los gobiernos repartieron en sitios donde no había conectividad, y fomenta un escenario donde las y los educadores y estudiantes se comunican, experimentan y aprenden.
El servidor se alimenta con contenidos y servicios que las y los educadores escogen entre opciones precargadas, porque la mayoría de estos lugares tienen una conectividad intermitente que depende de la hora o de las condiciones climáticas, por ejemplo. Los contenidos son ligeros y de la libre circulación, por lo cual son soportados fácilmente por todos los dispositivos. Cada vez es más frecuente que las y los educadores y estudiantes creen nuevos contenidos.
Las comunidades que acceden a este tipo de soluciones a pesar de tener problemas de conectividad apoyan su educación con tecnología y están por lo tanto preparadas para desplegar soluciones de virtualidad en casa, durante una crisis como la que estamos viviendo.
Este tipo de soluciones tendría un impacto importante en una amplia franja de la población porque, otro punto a considerar es que no debemos confiar exclusivamente en las estadísticas sobre desconexión. Como ha señalado la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), hay comunidades que son registradas como conectadas, pero la calidad de su conexión es tan baja que no funciona para muchos fines, como el streaming. Otras comunidades se reportan como desconectadas, si tienen soluciones como la red Kimera logran un nivel de apropiación de la tecnología que no debe ser menospreciada. Estos son solo algunos de los grises a los que me referí anteriormente.
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Los dispositivos
Los dispositivos representan uno de los retos más importantes cuando pensamos en soluciones virtuales para la educación en poblaciones vulnerables.
El Laboratorio de Economía de la Educación de la Universidad Javeriana estableció que 95 por ciento de los municipios del país no podrá utilizar la educación virtual porque ni siquiera la mitad de los estudiantes tienen computador e internet en su casa (no hablemos de servicio eléctrico).
Ante esta realidad, el gobierno ha optado por usar la radio y la televisión para apoyar al sistema educativo. En la gama de grises, esa solución funciona para el extremo de la desconexión, aunque me preocupa que no se ocupa de los lugares donde no hay energía, es importante tener en cuenta que en muchas zonas de baja conectividad muchas hay personas –incluyendo estudiantes– tienen celulares, por lo cual podría pensarse en soluciones hibridas que les permitan no estar tanto en la franja de la desconexión.
En Karisma hemos notado que el celular es el dispositivo más utilizado por los y las estudiantes para acceder a la Red Local en los centros educativos rurales. Si contáramos a los celulares como dispositivos para la educación virtual, seguramente las estadísticas cambiarían y en una situación como la que vivimos actualmente, las y los niños y jóvenes podrían usarlos para aprender desde casa.
Esto no sucede todavía porque es necesario adaptar los contenidos escolares para poder acceder a ellos a través de los celulares. Aunque no es la mejor solución para educación virtual, si vamos a explorar con celulares valdría la pena pensar en aplicaciones y contenidos que ofrezcan características hipertextuales, que sean livianos y fáciles de usar y de instalar, y que puedan usarse sin tener conexión a internet, para que puedan ser actualizados y cambiados en la conexión de la escuela.
La crisis provocada por el COVID-19 demuestra que la desigualdad en términos de conectividad sigue siendo muy grande en Colombia y, por eso, muchos estudiantes tendrán dificultades para seguir estudiando, especialmente en zonas rurales. Debemos asumir esta situación como una invitación para cerrar la brecha y reflexionar sobre el potencial que ofrece la tecnología en materia educativa.
Lo que ocurra con la conectividad híbrida durante estos meses nos dará pistas para mejorar las condiciones de los sectores más afectados por la desigualdad tecnológica, por la llamada brecha digital. Tendremos muchas décadas de conectividades híbridas, así que debemos tomarnos en serio este tema y pedirle al gobierno que empiece a trabajar en él tan pronto superemos esta crisis.