Por: Carolina Botero
Buenas noches y muchas gracias por estar presentes esta noche en la celebración de los 20 años de la Fundación Karisma.
Esta es sin duda una noche emotiva para mí y me perdonarán si ya han escuchado esta historia antes y también si la encuentran muy autorreferencial, creo que lo mejor que puedo compartir hoy es lo que ha sido mi experiencia en Karisma, eso ayuda a ver de dónde salimos, ayuda a entender a dónde llegamos y para dónde vamos.
Hace 20 años acompañé a mis padres, hermana, tíos y tías de las familias Botero y Cabrera a fundar esta organización que tenía como propósito aprovechar sus diferentes conocimientos y experiencias para apoyar a organizaciones del sector educativo a usar tecnologías digitales, eran otras épocas y eso era algo muy novedoso. Éramos 11 los que en marzo de 2003 firmamos el acta que dio inicio a Karisma. Menciono especialmente a mi Padre -Hector-, a mi madre -María Eugenia-, a Lucía, Teresa, Efraín y Alberto, las tías y tíos que han estado más presentes en ese proceso y están acá hoy.
Pero mi historia se cruza realmente con la de Karisma en 2009 cuando entré después de haber ido y vuelto a Europa a estudiar, a entender las licencias de software libre y las de Creative Commons, y -sobre todo- a conectar el rol de la regulación con esa relación entre tecnología y derechos humanos.
En esa época muchas personas andaban innovando en el uso de internet y querían entender cuál era el marco jurídico que les aplicaba. Mi trabajo se hacía sobre todo con bibliotecas y editoriales universitarias en procesos y análisis de lo que hoy llamaríamos ciencia abierta y en hablar de lo que entonces eran derechos digitales. En eso andábamos cuando en 2011 el gobierno de la época presentó ante el Congreso una ley que implementaría el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos. La ley daría una exoneración de responsabilidad para intermediarios de internet si tenían mecanismos expeditos para bloquear contenidos presuntamente violatorios del derecho de autor. Estas leyes estaban en disputa en el mundo, las incipientes redes sociales de la época traían noticias de leyes similares en España y en EEUU y de la resistencia que generaban por afectar la libertad de expresión.
Las comunidades técnicas de software libre y hackers manifestaron su preocupación y desde Karisma nos unimos para mirar el tema jurídico, poco después más personas desde artistas, pasando por docentes, bibliotecarios o simples usuarios también se unieron a la causa. Nació la primera campaña de incidencia en política pública en internet en Colombia que, a través de una red que se conoció como RedpaTodos, organizaba todo a partir de voluntariado. Por primera vez hubo streaming ciudadano de las sesiones del congreso, se usaron etiquetas para hablar de leyes en redes sociales y tuvimos éxito, la que se conoció como la #LeyLleras se frenó y se hizo tan costosa para los y las congresistas que ya nunca más quisieron verse asociados con ella. La Ley Lleras quedó enterrada.
Mucho podemos decir de la Ley Lleras pero en relación con Karisma, la conclusión de que en el país no había sociedad civil que estuviera haciendo seguimiento a la regulación en materia de tecnología nos cambió el rumbo. El cambio de los estatutos en 2014 materializó el cambio de la misión para poner el foco en el interés público y con perspectiva de derechos humanos, eso es lo que encontrarán en la estrategia 2015-2020. Ese año mi papá me pasó la dirección de la organización.
Durante esos años crecimos y pasamos de ser unos cuántos con apellidos Botero y Cabrera a una decena de personas comprometidas con trasladar las garantías de los derechos al entorno digital. Así en ese lustro acompañamos a Diego Gómez a enfrentar su proceso por compartir información científica sin ánimo de lucro; recibimos el premio a libertad de expresión del Index on Censorship por activismo digital por ese acompañamiento y por la campaña del “Machitrol” -que denuncia, muestra y enfrenta la misoginia en línea-; se consiguieron más excepciones y limitaciones al derecho de autor; apoyamos la definición de la política de acceso abierto; aprendimos sobre cómo había cambiado la vigilancia a las comunicaciones del Estado; desarrollamos capacidad para analizar la seguridad digital de organizaciones de sociedad civil, de la tecnología que se usa en elecciones y de los sitios y aplicaciones del estado en donde se usan grandes cantidades de datos personales y, no menos importante, conseguimos desmilitarizar la política nacional de ciberseguridad. También trabajamos con pequeños pilotos en la ruralidad colombiana para pensar en cómo podían usar tecnologías digitales a pesar de sus limitaciones.
Así llegamos al 2020, al año que nos marcó con la pandemia. Por entonces Karisma iniciaba una nueva etapa que estaba marcada por un nuevo crecimiento que nos permitiera enfrentar la recién creada estrategia, la de 2020-2025. Esta estrategia parte del hecho de que la sociedad ya tiene en su ADN el reconocimiento de que los derechos también deben protegerse en el entorno digital, su apuesta era enfocarnos en cómo sucede eso y cómo la tecnología puede servir para promover la justicia social.
En medio de los desafíos que todos conocimos, durante la pandemia por Covid 19 y la protesta social de 2021, en Karisma establecimos que la aceleración en la digitalización de las sociedades hace nuestro trabajo más urgente y necesario. En aras de mantener estas palabras cortas les invito a mirar a su alrededor, a preguntar a la gente de Karisma, y leer nuestros sitios web para que vean en las que andamos.
Lo que sí no quiero es cerrar esta intervención sin hablar de la gente que hace posible este trabajo. La Karisma de hoy es muy diferente a la de hace veinte años, no solo porque ha evolucionado en el contenido de su trabajo, porque su presupuesto ha aumentado ostensiblemente, sino también porque es una organización que está transitando para dejar de ser familiar. Creemos que es esa transición la que permitirá garantizar su permanencia y sostenibilidad a largo plazo. El rol de la junta directiva en este proceso, que combina personas de la familia y expertas en temas que Karisma trabaja, ha sido clave para esta nueva fase y será aún más a medida que se fortalezca este proceso, gracias a Héctor, María Eugenia, Sandra, Alberto, Elizabeth, Lina, Sara, Tania, alguna vez Julio y màs recientemente Cristina. Su orientación es y seguirá siendo clave.
También juegan un rol central las organizaciones aliadas -acá y en el exterior-, quienes nos financian, nuestras contrapartes en las discusiones de política pública -en el gobierno, sector privado y academia-, los medios y quienes nos siguen y animan, ese entorno nos impulsa a hacer lo que hacemos. Dentro del proceso de fortalecimiento institucional debo mencionar finalmente y en especial a la Corporación Utopía, que en los próximos meses recibirá al Laboratorio de Apropiación como un spin off de Karisma.
Paso ahora al equipo de gente detrás de todo este trabajo. Cuando me uní en 2009 éramos varios de la familia y nos ayudaba Flor. Mucho ha crecido Karisma desde entonces. Cuando hice la lista para invitaciones a esta celebración encontré más de 60 nombres de personas que eran reconocidas como equipo desde 2015 en nuestros informes de gestión.
Siempre he visto a Karisma como una escuela, porque encontrar personas para trabajar estos temas no es fácil, lo que hacemos y la forma como lo hacemos es diferente. El ejercicio que les cuento me permitió confirmar que por Karisma han pasado decenas de personas. Con esa idea mencionaré algunos nombres: Maritza, Luisa, Andrea, Diego, Miguel Angel, Nestor, Camila, Natalie, Lucía… me quedo corta, lo sé pero no quiero dejar de asegurarles que han dejado huella. Menciono también expresamente a Juliana, Juan Diego, Amalia y Joan quienes ayudaron a darle forma y alma a la Karisma de 2023.
Termino mencionando a quienes trabajamos hoy en Karisma, a medida que doy su nombre les pido que se paren para que los conozcan y puedan hablarles después:
En Democratización del conocimiento y la Cultura: Viviana y María José
En Autonomía y Dignidad: Juan
En Inclusión Social: Catalina, Mariana y Juanita
En Participación Cívica: Juan Pablo y Lina
En el Klab: Pilar, Stephane, Andrés, Angie, Lorena, Alejandra y Nicolás
En el Laboratorio de Apropiación de tecnología: Héctor, con el apoyo de Cristian y Leonardi
En comunicaciones: Alejandra, Natalia, Daniela, Hugo y Nicolás
En monitoreo: Paola
En administración: Yeny, Carlos y Tatiana a quienes ayudan Noemy, Efraín, Marta y Juliana
En tecnología: Fredy, Carolina y Jhosman
Es un honor dirigir este grupo de magníficas personas, su trabajo cotidiano hacen los resultados de Karisma y hoy nos permiten disfrutar de una fiesta en la que cada detalle ha sido curado por alguien, ha costado trasnochos y sudor, lleva mucho cariño y nos recuerda que la tecnología sin la Kappa8, sin la capa de usuario, no tiene sentido. ¡Feliz cumpleaños a Karisma!
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