Por Carolina Botero
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La privacidad es una conquista democrática frente al ejercicio expansivo del poder.
La privacidad se ha posicionado como el principal cuestionamiento al poder que empresas y gobiernos han adquirido a través de la tecnología para divulgar, agregar, analizar y distribuir nuestra información personal. Un poder que se materializa cada vez más en sistemas que usan datos para vigilarnos, vigilar consumo, desplazamientos, hábitos, enfermedades, personas, etcétera. Aunque es una preocupación central, la privacidad es solo la punta del iceberg. Hay mucho más.
Los sistemas de vigilancia con datos se despliegan ahora desde la disyuntiva “salud o privacidad”, sin consideraciones sobre cómo resuelven o no complejos problemas sociales. La tecnología se despliega de urgencia saltándose preguntas importantes. Desaparecen cuestionamientos sobre si hay alternativas, si es efectivo lo que ofrecen, si la tecnología tiene las capacidades requeridas, y qué riesgos mitigar. El afán evita preguntas críticas y supervisión pública. Así, aceptamos fácilmente sociedades policivas y autocráticas, y nos quedamos con una falsa sensación de seguridad.
No cuestionar la vigilancia es alimentar estímulos homogeneizadores que disciplinan nuestro comportamiento.
Sabemos que estas tecnologías representan riesgo para la privacidad. De ser sistemas de vigilancia de la enfermedad pueden convertirse en sistemas de vigilancia de personas. Al sentirnos vigilados nos inhibimos frente a lo que otros consideran reprochable, pero además estos sistemas se prestan a abusos, especialmente contra poblaciones vulnerables. No cuestionar la vigilancia es alimentar estímulos homogeneizadores que disciplinan nuestro comportamiento. Restringen las expresiones diversas a los márgenes, mientras se normalizan sesgos por culto, posición política, clase, identidad sexual o raza.
La privacidad es una conquista democrática frente al ejercicio expansivo del poder, tanto como lo es cuestionar y discutir colectivamente soluciones a problemas sociales. Podemos entregar ciertos datos a algunas autoridades por salud, pero evitemos construir un futuro en el que aceptemos la vigilancia ilimitada. Resistamos la datificación, que por sí misma no responde a problemas técnicos ni a preocupaciones individuales. Privacidad y participación pública son asuntos de política vinculados con nuestra democracia.
2 comentarios
Cordial saludo: Que papel pueden jugar los entes de control, como por ejemplo la Procuraduria en el control de este tipo de manejo de información.
Hola Efrain.
La autoridad de protección de datos es la Procuraduría cuando se trata del tratamiento de información personal en manos del Estado. Su rol es el de vigilancia y control a nivel disciplinario, fijándose especialmente en el actuar de los funcionarios públicos que tienen a su cargo el cuidado, administración, seguridad y manejo de la información de las personas. Poco sabemos sin embargo de cómo puede llegar a expresarse en la práctica este control porque hasta ahora no conocemos fallos o decisiones que sancionen a funcionarios al respecto. Eso sí, cualquier persona puede poner en cononocimiento de la SIC el indebido tratamiento de su información personal cuando el encargado ha sido el Estado, la SIC tendrá que abrir una investigación y la remitirá a la Procuraduría si encuentra mérito en los hechos para hacerlo.
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