Por: Mariana Lozano.
Asistente de investigación.
Para empoderar a las niñas y mujeres jóvenes en las tecnologías hoy se celebra el día internacional de las Niñas en las Tecnologías de la Información y la Comunicación -TIC-, una fecha que también busca visibilizar los diferentes programas y actividades que se han desarrollado para potencializar todas las habilidades de las niñas y mujeres adolescentes en ese campo que aún aparece distante.
Según la Medición del Desarrollo Digital de la la Unión Internacional de Telecomunicaciones-UIT– de la que Colombia hace parte, parecería que poco a poco, las niñas y mujeres jóvenes de los países que la integran están superando la brecha de acceso a la tecnología: Para 2019, el 48,3% de las mujeres tuvieron acceso a internet. De estas 64,4% son jóvenes entre los 15 y 24 años.
Sin embargo, el hecho de que ellas estén conectadas no significa que cuenten con el conocimiento o la habilidad para usar internet, o que tengan las herramientas para mejorar el rendimiento y la funcionalidad de las tecnologías que manejan. Como hemos dicho antes, la brecha digital de género ya no está en la conexión a internet, sino en su uso y apropiación.
Según datos de la Red de Indicadores de Ciencia y Tecnología Iberoamericana e Interamericana (RICYT), para el 2018 menos de un 30% de mujeres graduadas en Colombia lo hacían en carreras relacionadas con tecnología de la información y comunicación. La mayoría de ellas ubicadas en las grandes ciudades del país, lo que significa que las niñas y mujeres rurales enfrentan mayores barreras.
Y esto tiene varias justificaciones. En la encuesta de acceso, uso y apropiación de las Tic por parte de las mujeres en Colombia, realizada por MinTic en 2018, se concluyó que el 19% de las mujeres aún no han superado la brecha de acceso y que esa cifra se compone por mujeres indígenas, del sector rural, de mayor edad y de estratos socioeconómicos 1 y 2. Estos datos son un reflejo de las desigualdades estructurales de la que son objeto poblaciones particulares que suceden en el espacio físico y se trasladan al digital.
Las mujeres y niñas de comunidades rurales, étnicas, o que habitan lugares geográficamente alejados deben enfrentar barreras adicionales como el idioma (en el caso de las niñas y mujeres jóvenes indígenas), la caracterización cultural, la falta de cobertura de servicios públicos como la luz eléctrica, la falta de comprensión de los equipos, la dependencia de otros programas para su funcionamiento, como los kioscos digitales para acceder a internet, pues muchas veces estos se encuentran muy lejos de las viviendas, están en lugares no muy seguros para acceder de forma fácil en un computador, o no están habilitados por la falta de continuidad o desfase en las contrataciones estatales para hacerlos funcionar.
La misma encuesta evidenció que las mujeres usan principalmente el internet para acceder a redes sociales (87%), comunicarse (82%) y entretenimiento (74%). Dejando de lado el uso del internet como lugar de estudio o desarrollo profesional, o como un espacio para lograr el ejercicio de sus derechos. Además, la mayoría de mujeres jóvenes (52%) mencionaron que no estudiaban carreras relacionadas con la tecnología porque estas eran “carreras de hombres” o porque “a sus padres no les gustaban”.
Estos datos dan cuenta de un tema que las políticas públicas no han abordado de forma integral hasta el momento: los estereotipos de género que aprendemos desde que somos niños o niñas. Nuestras aspiraciones profesionales están permeadas por los valores que nos asigna la sociedad según nuestro sexo. A partir de los 6 años, las niñas dejan de participar en actividades por los estereotipos creados socialmente como que las niñas son menos capaces de emprender en actividades nuevas. Ello tiene que ver con la preconcepción social de que los niños y hombres son quienes tienen el potencial de ser brillantes y de sobresalir en campos como las matemáticas o la física.
Aunque niños y niñas tienen las mismas capacidades, esas actitudes enseñadas en casa y en la escuela terminan por afectar sus aspiraciones para el futuro y la elección de su carrera. Según el Ministerio de Educación, para 2018 sólo 1 de cada 3 personas que estudian carreras STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) es mujer. La inscripción fue del 34,9% para mujeres y 65% para hombres; mientras que en la práctica son más las mujeres que se gradúan, demostrando que los programas de MinTic que comienzan desde la infancia no logran generar un interés total para que las niñas y mujeres adolescentes tomen como opción de vida estudiar o trabajar en temas de tecnología.
Hablemos del proyecto de ley sobre el “Fomento al desarrollo empresarial, emprendimiento y formación de la mujer”.
Entre otros, el proyecto busca “fomentar la vinculación de la mujer a los programas de formación en carreras STEM organizados por las entidades nacionales, sectores administrativos e instituciones de educación superior en el marco de su autonomía.” Para lograrlo, propone que las universidades establezcan, en su autonomía, una cuota mínima de mujeres que cursen estudios en esos temas.
Celebramos el interés en cerrar la brecha de mujeres en el acceso a la educación superior en carreras. Sin embargo, creemos que el acercamiento de niñas y mujeres a la tecnología debe empezar antes en sus vidas. Asegurar cupos en las universidades, sin haber logrado un interés previo en la materia, privilegia a algunas niñas y mujeres y profundiza la desigualdad con otras.
Es cierto que el acceso de las niñas y jóvenes a la tecnología ha aumentado gracias al desarrollo de políticas como los programas TIC Confío+ y Chicas STEAM, que han buscado realizar un acercamiento a las niñas y mujeres adolescentes, para reducir la brecha digital. Sin embargo, aunque estos programas parecen tener resultados positivos, la realidad es que siguen quedando cortos para responder a las necesidades de las niñas y mujeres jóvenes del país, pues estas cifras se quedan en la reducción de la brecha digital ignorando el aprovechamiento de las diferentes actividades que realizan dentro de los programas.
La brecha digital no se puede enfocar solamente en entregar computadores y tabletas sin realizar un programa continuo y que tenga en cuenta todas las características culturales y estructurales del país. Si la brecha digital está especialmente en el uso y la apropiación y más en los lugares remotos y entre determinadas poblaciones, hay que trabajar en esos campos.
Es importante tener en cuenta que para que las niñas y mujeres jóvenes se integren y se empoderen dentro de las tecnologías, se deben generar espacios más amigables enfocando los objetivos de los programas a las necesidades diarias y a futuro de las niñas y mujeres jóvenes colombianas.
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