Incluso desde la óptica de la educación, los salones de clase y las instituciones académicas no son los únicos lugares en donde ocurre la creación y circulación del conocimiento. Se aprende en casa, se aprende a distancia, de manera autodidacta y en escenarios colectivos como conversatorios, talleres o conciertos. De hecho, gracias a la popularización de Internet, se hizo más evidente para cualquiera que el aprendizaje no es un acto individual, sino el fruto de un proceso de comunicación y colaboración en el que las ideas se copian, se transforman, se combinan y se discuten. Aprender es hoy una acción de escala mundial y en esa medida, Internet se ha convertido también en un escenario para el conocimiento y la cultura.
Sin duda, se trata de un oportunidad para las sociedades del siglo XXI pero algunos la señalan como una amenaza al sistema tradicional de circulación de contenidos (culturales, científicos, académicos) cimentado en las leyes de propiedad intelectual. Frente a esta situación, el investigador Achal Prabhala advertía en la introducción del informe GIS Watch (Global Information Society Watch) del 2009:
(Primero) son relativamente pocas las personas que conocen el impacto de la propiedad intelectual sobre el acceso al material educativo y aún menos las que investigan esa área. Segundo: el advenimiento de internet generó oportunidades sin precedentes en el área del conocimiento, que podrían quedar como potenciales no realizados si la decisión sobre cómo aplicar los derechos de propiedad en línea queda en manos solamente de la industria de copyright. Tercero: el conocimiento es algo más que la mera educación formal e internet ofrece infinitas maneras de redefinirlo y multiplicarlo. La aplicación estricta de la propiedad intelectual limita notoriamente la forma de funcionamiento del conocimiento en línea.
El impacto de la propiedad intelectual sobre el acceso al conocimiento que menciona Prabhala se ha materializado en casos como el de Diego Gómez, el biólogo colombiano que compartió una tesis en internet y que enfrenta un proceso penal que puede suponer de 4 a 8 años de cárcel y una multa millonaria, cuyo caso hemos acompañado en Fundación Karisma a través de la campaña #CompartirNoEsDelito.
Justamente este miércoles 10 de agosto se realizará una audiencia definitiva para el proceso, en donde las partes tendrán la oportunidad de presentar sus argumentos finales antes de que la justicia emita el sentido del fallo que decidirá la suerte de Diego y a su vez, marcará un precedente en la historia del derecho al acceso al conocimiento en Colombia teniendo en cuenta el contexto digital en el que están inmersos hoy los procesos de aprendizaje.
El caso de Diego Gómez no solo ha puesto en evidencia el desequilibrio que existente entre los derechos de un individuo (y con mayor frecuencia de una industria) y los de la sociedad, cuando la balanza es sostenida por las leyes de propiedad intelectual. También ha servido para poner en marcha una campaña de apoyo mundial al Acceso Abierto, es decir, a la publicación de literatura académica y científica desprovista de barreras técnicas, económicas y legales. La campaña está acompañada por una petición que hoy suma más de 35mil firmas.
Colombia y el acceso libre al conocimiento
En julio de 2016, el Departamento Administrativo de Ciencia, Tecnología e Innovación de Colombia (Colciencias) anunció que modificaría la forma en la que mide a las revistas científicas y que de ahora en adelante el índice Publindex medirá tanto el número de publicaciones como las citas que hacen otros sobre dicha publicación. A propósito de esta decisión, Alejandro Olaya, subdirector de Colciencias comentó alarmado:
Colombia es el país del mundo con mayor aporte en acceso libre (bases de dato gratuitas como Google Scholar, entre otras)” pero esto no es algo para celebrar porque según él mismo, “entre más desarrollado está el nivel de ciencia, los investigadores van menos al acceso gratuito y más a las de alto impacto como Scopus” (Revista Semana, 1 julio 2016)
Ojalá Colombia fuera el país del mundo con mayor aporte en acceso libre. Eso nos pondría en la vanguardia de la educación, haríamos parte de informes como “State of The Commons” y tendríamos un gran motivo para celebrar, pero sabemos que el comentario de Olaya es un error conceptual. El subdirector de Colciencias confunde entre libre y gratis. Libre tiene que ver con libertad, con poder modificar, copiar, reutilizar y acceder; y gratis tiene que ver exclusivamente con la ausencia de barreras económicas para lograr el acceso a un contenido (como en Google Scholar) pero eso no quiere decir que el contenido tenga una licencia que permita su reutilización, ni su modificación, sin que sea necesaria una autorización previa o el pago de los derechos de uso al titular. Confunde también el doctor Olaya cuando parece sugerir que las publicaciones asociadas con acceso libre no tienen alto impacto o no aparecen en Scopus, eso tampoco es cierto.
El sistema actual de publicaciones académicas es absurdo en Colombia y en el resto del mundo y mientras ese modelo no cambie, seguiremos creyendo que el hecho de que la gente comparta contenidos protegidos (como lo hizo Diego) justifica que se le trate de “pirata”; y peor aún, que si las personas buscan acceder a contenidos de manera gratuita esto desvirtúa sus capacidades investigativas, cuando lo que deberíamos preguntarnos (y que para Colciencias debería ser una prioridad) es qué cosas está diciendo la comunidad al buscar contenidos gratuitos: ¿que es muy costoso el acceso a bases de datos? ¿que Internet es una herramienta fundamental para el acceso a contenidos educativos? ¿que las bibliotecas universitarias y públicas en las regiones no tienen acceso a las mismas bases de datos científicas que las bibliotecas de las ciudades capitales?
Si Colciencias confunde conceptos clave en un ecosistema educativo atravesado por lo digital, como la diferencia entre libre y gratis, es muy probable que la comunidad científica del país que sigue sus lineamientos no esté confundida sino alejada de los avances que el movimiento por la educación abierta ha hecho para procurar la inclusión, la accesibilidad y la innovación en la educación en el mundo y que cobran un valor relevante en países como el nuestro, en donde el acceso a libros, bases de datos y revistas científicas aún es un privilegio y no el ejercicio de un derecho.
Liberatón: hagamos de #CompartirNoEsDelito una tendencia en la red
Este martes 9 de agosto, un día antes de la última audiencia en el caso de Diego Gómez, desde la Fundación Karisma, con el apoyo de la Electronic Frontier Foundation, la Asociación por los Derechos Civiles (Argentina), Tedic (Paraguay), Creative Commons (Colombia) y cientos de personas en la red, invitamos a una jornada de dos horas en twitter para compartir contenidos que tengan una licencia abierta (como Creative Commons) o que estén en el dominio público.
Pueden sumarse a la Liberatón utilizando la etiqueta #CompartirNoEsDelito e inundando Internet con contenidos libres.
*María Juliana Soto: Comunicadora social. Investigadora en temas de acceso al conocimiento y la cultura. Trabaja en colectivos de radio. Líder pública de Creative Commons en Colombia.